Reportaje de boda en los maravillosos años 50.
¿Conocéis esas parejas que hacen de su personalidad una forma de ver la vida?. Son personas especiales y difíciles de olvidar, son parejas como Eva y Jorge.
El día comenzó con el cielo encapotado. Una luz blanquecina se colaba a través de unos espigados ventanales, en la casa donde esperaba el novio, por el viejo Madrid de Los Austrias.
Ese tipo de casa de techos altos, piso en madera y un ascensor en el que pasarías horas subiendo y bajando para disfrutar del detalle de las puertas forjadas, de sus botones color nácar que parecen estar hechos a mano, y sin esa voz metalizada que te distrae, para indicarte en el piso que te encuentras.
Al entrar, Jorge se encontraba bastante tranquilo, a pesar de haber sufrido una inundación en el piso, días antes de la boda, pero en fin… esa, es otra historia.
Las fotografías sucedían de forma natural, recogiendo cada gesto del novio, en cada instancia de la casa.
En el hotel Emperador, rodeada de amigas, esperaba Eva. Llevaba puesto un vestido de la diseñadora Anita Singer´s con una crinolina roja que se entremezclaba con el vuelo de la falda. Mientras se cambiaba, el tiempo parecía retroceder hasta los años 50 con cada fotografía de Jaime Blázquez .
El camino entre Gran Vía y la Plaza Mayor, se convertía en el escenario perfecto, para captar los pasos de la novia y sus amigas.
Finalizada la ceremonia, los novios junto a nuestro fotógrafo, se perdieron por las calles donde Eva había pasado su infancia. Calles estrechas del viejo Madrid de los Austrias, donde la magia hacía por sacualidad encontrarte con un corazón rojo pintado sobre una pared de papel.
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